Tomado vía: colombia.as.com
A los 26 años Julian Alaphilippe se ha convertido en un ciclista total, capaz de ganar en muros, en jornadas de montaña, en descensos vertiginosos y en metas al esprint. El francés conquistó su primer monumento, la Milán-San Remo, como quiso. Porque fue el primero de los favoritos en atacar en el Poggio (Gilbert y Stybar, escuderos en el Deceuninck, endurecieron el ritmo y le abrieron pista al descartar a los velocistas puros), y porque lanzó un esprint impresionante que dejó sin respuesta en Vía Roma a los más granado del pelotón: Naesen, segundo; Kwiatkowski, tercero; Sagan, cuarto; Mohoric, quinto; Van Aert, sexto; o Alejandro Valverde, séptimo, en su mejor clasificación en La Classicissima.
Se trata de la séptima victoria de la temporada para Alaphilippe, pichichi, que ha empezado a coleccionar clásicas de muchísimos quilates: Flecha Valona y San Sebastián en 2018, y Strade Bianche y San Remo en 2019. El Deceuninck lleva 19 triunfos. Su dominio resulta abrumador en las pruebas de un día. “Sabíamos que disponíamos de las piezas para ganar, conmigo o con Viviani en la volata. Cuando aceleré supe que me encontraba fenomenal… y que no deseaba sentirme un segundón en una carrera tan importante”. Tercero en 2017, ya tiene el premio a su calidad, tesón y valentía.
Aunque Valverde hizo todo lo que debía hacer, no pudo disputar el esprint. Permaneció muy atento en La Cipressa, cuando quedó neutralizado Fausto Masnada, último superviviente de la fuga. Sus compañeros le protegieron camino del Poggio, y allí saltó a la rueda de Sagan y Kwiatkowski en el momento del corte definitivo provocado por Alaphilippe. El eslovaco se perfilaba como el rival a batir en una llegada reducida, pero se colocó mal y arrancó tarde. De nuevo cuarto y fuera del podio, como en 2012 y 2015 (acabó segundo en 2013 y 2017). Visto el nivel de la San Remo, la campaña primaveral se presenta vibrante.
Tarjetas virtuales
[bar group=”43″]